Alguien dijo que “un niño es un pie en la fantasía y el otro en la realidad”. Lo cierto es que como Ismael, la realidad de muchos niños es el rechazo, la soledad, y necesidad. Sara siente que Ismael es una amenaza para su hijo Isaac. Le pide a su marido Abraham que despida a Agar con su hijito Ismael. Abraham la despide con tan sólo un poco de agua y poco de pan. En el desierto cuando a Agar se le termina el agua, se aleja de su hijo para no verlo morir. El niño llora. Y Dios escucha el llanto de ese niño. Dios manifiesta a Agar una fuente de agua y también su voluntad: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación.” (Génesis 21.18). En la voluntad de Dios, todo niño tiene posibilidades: a Ismael promete hacer de él una nación grande. El deseo de Dios es que todo niño sea alzado y sostenido. Si tienes cerca de ti a un niño Dios desea que tú lo alces y lo sostengas.
Es Abraham Lincoln el que entiende el por qué Dios desea que alces a tu niño y lo sostengas, cuando dice: “Un niño es el que ha de continuar aquello que tú has comenzado. Él ha de sentarse donde tú estás sentado, y cuando tú te hayas ido, atenderá aquellas cosas que tú piensas que son importantes. Puedes adoptar todos los principios que quieras, pero la forma en que serán cumplidos depende de él. Él asumirá el control de las ciudades, de los estados y las naciones. Ha de tomar las iglesias, las escuelas, las universidades y las empresas. Todos tus libros serán juzgados por él. Ya sea para alabanza o para condenación. El destino de la humanidad está en sus manos”. Alza a tu niño y sostenlo: esa es la voluntad de Dios para todo niño.