Un día, un peregrino se encontró con la Peste. Le preguntó adónde iba:- A Bagdad – le contestó ésta – a matar cinco mil personas. Pasó una semana y cuando el peregrino se volvió a encontrar con la Peste que regresaba de su viaje, la interpeló indignado: – ¡Me dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, y mataste a cincuenta mil! – No – respondió la Peste. – Yo sólo maté a cinco mil, el resto se murió de miedo.
El miedo es tan antiguo como antiguo es el hombre. Cuando Jehová busca a Adán, éste le dice: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” (Gén. 3:10). El miedo es real. No solo paraliza sino que también te imposibilita para ver las oportunidades que se presentan en la vida. El miedo no nos deja avanzar hacia la vida extraordinaria que anhelamos en nuestro matrimonio, trabajo, en nuestras relaciones, y en todo lo que somos y hacemos.
Nadie sabe de lo que es capaz, hasta que rechaza el miedo. Muchos tienen miedo a la soledad, a los bichos, a la muerte, al dolor, a volar en avión, caminar en la oscuridad. Otros le temen al futuro, porque no saben que les depara. Ciertamente no sabemos que nos depara, pero si sabemos Quien lo controla: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41.10). Miedo no es la voluntad de Dios para tu vida. La respuesta hoy para tu miedo está en aceptar que Dios: “…no nos ha dado…espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim. 1.7). Decide hoy tronarle los dedos a tu miedo. Y ve adelante en el poder de Jesús, Creyendo lo imposible.
