De la Torre Antonia, al Monte Calvario, había una distancia de 2,329 pasos. Lo extraordinario, es que un día, el día más negro que la historia registra, Jesús, el hijo de Dios, los recorre, paso a paso, con una pesada cruz a cuestas.
En una cruz que vi por ahí, tenía un gran anuncio, que decía: “Pensó en mi”. Pablo dice que Dios pensó en nosotros cuando nos vio pecadores y entregó a su Hijo e morir en una cruenta cruz: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom. 5.8). La crucifixión o muerte en la cruz el comentarista Henry H. Halley la describe así: «La crucifixión era el castigo romano para esclavos, fuereños y los criminales más viles que no eran ciudadanos romanos. Era la muerte más agonizante e ignominiosa y cruel jamás habida. Los clavos atravesaban las manos y los pies y se dejaba a la víctima colgando de la cruz en agonía, con hambre, sed insufrible y convulsiones de dolor. Tardada la víctima de cuatro a cinco días para morir. Jesús murió en seis horas».
En el Calvario el más bueno de los buenos muere por el más malo de los malos. En el Calvario se encuentra el más negro pecado con el más grande amor. En el Calvario se consuma lo requerido para nuestra salvación: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.” (Juan 19.30). Es Barry Moore el que ha dicho del Jesús que paso a paso asciende el Calvario, para ocupar cruz:
“Nunca duplicado, siempre lo máximo.
Nunca común, siempre para ser reverenciado
Nunca fuera de nuestro alcance,
siempre disponible
Nunca limitado, siempre sin límite alguno”.