En una reunión en casa de unos amigos, una dama le pregunta a otro invitado: ¿Qué edad me calcula usted? Y él responde: Si me fijo en su cutis, 18 años. Su cabello me dice que tiene 17. Los ojos corresponden a una muchacha de 20… La dama, encantada, comenta: ¡Oh! ¡Que amable es usted! Pero él continúa diciendo: ¡Un momento, aún me falta sumar! Para muchos, la mucha edad, es motivo de mucha preocupación. Aunque más bien debiera ser motivo de gratitud. Tener mucha edad es ser un campeón. Las canas, pocas o muchas, son un reflejo de victoria: “La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia”. (Prov. 16:31). Sin duda, es haber luchado mil batallas. Es ahora estar, cuando muchos que vinieron a este mundo, ya no están. Es mirar hacia atrás, y ver la mano cuidadosa de Dios estando contigo. Es tener la oportunidad de seguir fructificando: “Aun en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y muy verdes…” (Sal. 92:14). Jackson Brown ha dicho: “Recuerda que cada edad trae nuevas oportunidades”. Cualquiera que sea tu edad es la mejor oportunidad para vivirla con Dios.